domingo, 20 de enero de 2008

Escuela Popular de Arte de Achupallas


Numerosos niños y jóvenes de escasos recursos, cuyo íntimo deseo era convertirse en músicos, pudieron ver concretado este anhelo con la edición del disco “Quintaesencia”, placa que plasmó el trabajo que se lleva a cabo en la corporación CreArte.

Por Cristián Rojas Molina


En abril de 1998, el populoso sector de Achupallas, en Viña del Mar, veía nacer una loable iniciativa destinada a satisfacer las inquietudes musicales de niños y jóvenes: la Escuela Popular de Música. Allí comenzaba a escribirse una historia llena de esfuerzo y legítimas aspiraciones de cientos de pequeños que, pese a interesarse y poseer el talento, veían cómo su afán de convertirse en músicos era una utopía, al no contar con los recursos necesarios para adquirir los instrumentos, perfeccionarse en un centro especializado y costear las salas de ensayo.
La asistente social Michaela Weyand, junto a su esposo, el músico Eduardo Cisternas y a cuatro músicos y profesores de música, echaron a andar este proyecto, motivados tanto por la búsqueda de alternativas pedagógicas en el ámbito de la práctica musical, como también por su voluntad de crear un organismo estable, donde el proceso de enseñanza y aprendizaje fuera constante, profesional y capaz de satisfacer las necesidades e intereses de tantos niños y jóvenes carentes de oportunidades para el desarrollo artístico y personal.
Se trata de una organización sin fines de lucro, cuyo programa está dirigido a personas de entre cuatro y 29 años, con especial énfasis en el segmento etáreo de cuatro a 18 años. Su directora, Michaela Weyand, explica que este es “un proyecto de carácter cultural. Nos interesa trabajar todo lo que tiene que ver con la promoción social, a través de la música y las artes. Nuestra metodología siempre ha buscado ser innovadora, sobre todo práctica y buscando la creación musical”.En un comienzo se impartían cinco cátedras individuales de instrumentos, además de clases grupales de música. Actualmente el espectro se amplió considerablemente, pues se dictan 15 cátedras: guitarra acústica (clásica y popular), guitarra eléctrica, bajo, contrabajo, batería, percusión latina, piano (clásico y popular), teclado, canto (lírico y popular), flauta traversa, saxofón, quena, zampoña y violín. “Los niños y los jóvenes tienen enseñanza en su instrumento, más una clase grupal. Ya cuando llevan cierto tiempo y adquieren cierto nivel con su instrumento, tienen la posibilidad de integrar distintos grupos musicales, de diversos estilos. Así han nacido conjuntos de rock, de música latinoamericana, ensambles de música clásica o reggae”, indica Weyand.
Hoy existen cerca de 15 grupos trabajando en la escuela, con integrantes provenientes no sólo de Achupallas, sino además de los sectores periféricos de Valparaíso y Quilpué. Para Carolina Pereira, cantante de Kayser y del Taller Instrumental de Niños, la escuela “es una oportunidad para desarrollarme en lo que a mí me gusta y forma parte de mí también, de lo que soy”, mientras Sebastián Lavín, de 14 años, bajista de Kayser, asegura que su paso por la escuela le ha aportado una perspectiva de mayor profundidad en cuanto a la apreciación musical: “ya no tenemos un concepto como teníamos antes, de la música, nuestro concepto ahora es más complejo de lo que abarca todo eso”.
Logros y desafíos.
Gracias a aportes locales y extranjeros es que la escuela ha podido realizar su labor. Es así como han obtenido diversos fondos municipales y gubernamentales, entre ellos dos FONDART regionales (1998 y 2003). Asimismo, cuentan con la valiosa cooperación de organismos internacionales de apoyo a proyectos sociales, como Kindernothilfe de Alemania y Chiles Kinder a.s.b.l. de Luxemburgo. No obstante, siempre existe la incertidumbre de sostenerse en el tiempo, puesto que los fondos concursables nacionales son por un plazo definido. Pese a ello, han logrado sortear con éxito el desafío, ampliándose a la pintura, danza y teatro, por lo que ahora pasaron a ser la Escuela Popular de Artes de Achupallas (Corporación CreArte), que cuenta con más de 170 alumnos guiados por un equipo multidisciplinario integrado por profesores de música, teatro, pintura y danza, asistentes sociales y psicóloga, entre otros, ya que se complementa la labor de pedagogía artística con otras importantes áreas, como la promoción social y la extensión hacia la comunidad.
Un logro del que se sienten particularmente orgullosos es la implementación de un estudio de grabación propio, a cargo de dos docentes especializados en el área de sonido, donde colabora como asistente técnico un ex alumno de la escuela, hoy capacitado profesionalmente.
Así, la Escuela Popular de Artes se ha transformado en un farol que ilumina el futuro de numerosos niños y jóvenes de sectores periféricos, que ven en ella una posibilidad concreta de cumplir sus anhelos y enriquecerse como personas. Si no, que lo diga el pequeño pianista Javier Valenzuela, quien en 2001, cuando tenía nueve años, obtuvo el tercer lugar de su categoría en el concurso nacional Claudio Arrau, además de un reconocimiento como el participante más esforzado, debido a sus condiciones de estudio y situación socioeconómica.

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